Michel Pérez Osores
El Perú es un país muy diverso pues contiene diferentes culturas, biodiversidad, regiones naturales y fauna, así también como razas, religiones, también contiene muchas “políticas”.
Existen formas de hacer y ejercer política. En un país que ha vivido realidades como democracia y autoritarismo, nos toca ocupar la mente, por esta vez, en el caudillismo.
Es así como se hace menester saber qué fue un caudillo entre 1825 y 1845, la llama “Era de los Caudillos” por Efraín Núñez .
“El caudillismo es el paradigma de cualquier liderazgo político exitoso…En el caudillismo –argumenta Jorge Basadre – hay que tomar en consideración, tanto su propia capacidad arrolladora, como la pasividad de la sociedad”
De esta manera, se puede ver que en la confluencia que resulta de este fenómeno conocido como caudillismo, hay presencia de dos partes que permiten la existencia del caudillo. Por una parte, la actitud o capacidad del caudillo en sí, y la sociedad que permite que exista al mostrarse pasiva, o no hacer nada contra la presencia de este personaje.
Asimismo, para reconocer a qué se refiere Ballón con esa “capacidad arrolladora”, habrá que recurrir a Alberto Florez Galindo, que define al caudillismo de la siguiente manera:
“El caudillismo republicano nació asociado con los jóvenes militares que, como Gamarra o santa Cruz, lucharon por la Independencia, pero luego adquirió vida propia y se convirtió en el paradigma de cualquier liderazgo político…Sin caudillo no existe posibilidad de eficacia en la política nacional…El caudillismo asentó sus raíces antes que en un mesías, de un salvador, de un hombre providencial” (Galindo, 1999: 33).
Provisto, entonces, no solo de una capacidad arrolladora, sino imponiendo su figura como la de un mesías o un salvador, se hace fácil pensar que el caudillo existe no solo por una pasividad de la sociedad, sino también –me atrevo a decir- por ignorancia de la sociedad o por complejos propios o decadentes de la misma que verán en el a un salvador, capaz de resolver los problemas que el gobierno no puede, o atender las necesidades que les han sido negadas. No sería, entonces, sorprendente que la mayoría de caudillos cobran fuerza política con el apoyo de los sectores menos favorecidos. Pasó en la construcción del Perú republicano, y pasa ahora.
Ante esta afirmación, habríamos de encontrar soporte en un argumento de Lynch:
“Los caudillos (con su capacidad de controlar a las clases populares) representaban la solución al desorden social, señalando asimismo que la agenda política que ellos tenían moldeó a la nación”. (Lynch 1992: 35)
Es de esta manera, teniendo un soporte histórico y conceptos claros sobre lo que significó un caudillo en la república inicial, como vamos a iniciar una aproximación al entendimiento de lo que podría significar un caudillo en la actualidad.
Pensamos que existen muchos neo-caudillos en la actualidad. Solo hace falta pensar en los sucesos de los últimos cinco años para tener un panorama de cuán presentes están los caudillos en Perú de la actualidad.
Ollanta Humala, Edwin Donayre, Alberto Pizango, son los nombres más representativos de esta corriente social alterna a la democracia y al orden social.
Lo que los caracteriza es su espíritu de líderes impuestos, su actitud y palabras arrolladoras, y sobretodo su clara tendencia a mostrarse siempre como mesías, como los elegidos que van a sacar al Perú de su situación actual, y como quienes ha surgido de algún lugar remoto y continuarán el trabajo de los caudillos de otrora época republicana de inicios.
¿Qué le hacen estos caudillos al Perú?
Es la pregunta que nos hacemos al mostrarnos interesados en el tema.
Pensamos que, por un lado que vamos a llamar positivo, el caudillo funciona como una especie de catarsis a los complejos del “pueblo” y con pueblo nos referimos a la población pobre, desprovista de recursos, falta de educación, que vive en la supervivencia. Es así como la imagen del caudillo sirve a estas personas, pues significa la salvación frente a un gobierno elegido democráticamente y que no puede atender sus pedidos, sus necesidades.
Por otro lado, que vendría a ser el lado negativo, consideramos que el caudillo perjudica los intereses de la nación en cuanto a mejoras e innovaciones en materias gubernamentales. Ofrecen salud, economía, educación para quienes no la tienen. Esto no podría parecer mal, pero sí, si se hace pensando en las consecuencias que significan al país brindar más recursos, ofrecer mayores oportunidades. Considerando políticas que no admiten la participación de mercados globales en la economía, ¿Cómo se piensa ofrecer más trabajo?
Una de las características del discurso actual de los caudillos es que van a ofrecer propiedades a los invasores, educación a los pobres, terrenos a quienes no los poseen. Nos preguntamos, en ese sentido: ¿Acaso el gobierno no piensa en lo mismo? ¿Será que el caudillo ofrece beneficios que no podrá satisfacer con tal de ganar votos?
Al parecer, es el interés revolucionario del caudillo lo que lo lleva a someterse como el mesías del pueblo olvidado. Solo si pensamos en el elemento más resaltante de su psique, lo más fulgurante sería: Egocentrismo.
Lo que el caudillo simboliza para el Perú, nuestro país, es, a entender del autor de este artículo, un narcisista que busca poder, que busca sobresalir y triunfar. Se alimenta de la ignorancia y de las necesidades de los demás, convirtiéndose así en un sociópata, y se proyecta como un elegido, mostrándose hacia el colectivo como un súper yo capaz de arrasar con las necesidades de las personas. Como si fuera fácil.
NÚÑEZ HUALLPAYUNCA, Efraín
2010 La iniciación de la república Peruana: La era de los caudillos 1825- 1845 UNSM
En: Liceus Portal de Humanidades en Internet. Contiene información y enlaces de interés. Consulta: 1 de junio de 2010
(www.liceus.com/cgi-bin/ac/.../Inicias%20de%20la%20republica.pdf)
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